Los vivos de Emiliano Monge es un libro que requiere de ti cierta predisposición. 


«Su mayor temor también es este: abrir los ojos y descubrir que ella no está, que la cena de la noche anterior pudo ser su última cena». 


Tiene una escritura hipnótica. Difícil de llevar a veces. O más bien de ubicar. Pero si persistes, si te encuentras, puedes sentir esa llamada que te conecta con la historia, justo como le ocurre a la protagonista de la obra. Una mujer que no se siente parte del mundo al que ahora pertenece, un mundo al que «ha llegado» y que ha generado en ella un sentimiento de ausencia. Diría que en Los vivos de Emilio Monge puedes decidir con qué personaje quedarte, y yo elijo este, el de la mujer a la que llaman Vestigia. 

Para mí Los vivos no tiene sinopsis. Tampoco se ha intentado amago de esta porque el reverso del libro es bastante ambiguo. Mejor así. Tratar de explicarlo entorpece. Los vivos es un sentimiento. Un sentimiento de ausencia y presencia, todo al mismo tiempo. De muerte y nacimiento. De miedo atávico, del fin de los tiempo que conecta con el principio de todo, como en Dark (serie de televisión a la que también hay que echar un rato largo para bailar con ella). 


«Es curiosa la ausencia, cuando se anuncia» (esta es de mis frases favoritas). 


Tiene unos capítulos cortísimos, personajes extraños y frases crípticas. Lo que propone es innovador, pues, hasta el momento, hemos ido siempre nosotros hacia la muerte o hacia el fin. De hecho, cuando leemos un libro, lo natural es terminarlo. Pero ¿qué pasaría si fuera lo que hay más allá de ese final lo que viniera a nosotros? ¿Lo que nos llamara? ¿Si, de hecho, nosotros ya somos un final que continúa? ¿Qué ocurre cuando te percatas de que eres el fantasma de algo? Con Los vivos me explotó la cabeza. Leerlo es un pequeño trance. No me había vuelto a pasar nada parecido desde otro libro de la misma editorial: Chamanes eléctricos en la fiesta del sol de Mónica Ojeda. 

A priori, en esta historia te encuentras a personas comunes, como tú y como yo, con sus trabajos. Lo que pasa es que aparece y desaparece gente y parte de este trabajo es «recogerlos». Estaremos todos de acuerdo del gran peso que tienen, entonces, las ausencias y las presencias en la obra. Por momentos, me parece una distopía, pero también una historia de realismo mágico. En conjunto, una gran reflexión. Es como si gente de otro tiempo y espacio hablase de un secreto a voces que nadie quiere enfrentar: qué hay más allá del allá. Y no sé si me estoy refiriendo a la muerte. Creo que este es un tema que se trata en Los vivos, además de que el mismo título ya te invita a ello… pero Emiliano Monge hace de la muerte un personaje secundario porque no se da como tal en esta historia (nadie muere) y, sin embargo, nos morimos todos un poco leyéndolo. ¿Posible? ¿Soy la ausencia de la lectora que leyó Los vivos porque ya terminé de leerlo? 


«Pensar que hubiera otra vida detrás de esta». 


Da un poco de miedo. Pero es un miedo para con uno mismo. Eso no impide que este libro, casi seguro, se quede cerca de ti, quizás en tu mesita de noche. No sin acierto han dicho de Los vivos de Emiliano Monge que es una poesía de lo oculto (aclaro: es un libro de prosa) y que el autor es capaz de nombrar lo innombrable. 

💫

(Para ampliar) Recomiendo leer esta entrevista a Monge en la web de Gatopardo.