Ya estuvimos en Culturamas hablando con Mario de la Rosa acerca de su novela Que arda esta casa con nosotros dentro, cuya reseña también podéis consultar aquí. Pero Mario nos contó muchas más cosas que aún no sabéis como, por ejemplo, algunas curiosidades de su faceta como actor.
Sabemos que Que arda esta casa con nosotros dentro es un título-metáfora a través del cual de la Rosa hace referencia a tres pilares fundamentales en su novela (y en la vida): el amor, el sexo y la muerte. Nos contó que su principal interés es conocer qué fuego mueve a las personas y de ahí nació gran parte de la novela. ¿Cuál es el nuestro? ¿El amor, el sexo, la muerte? ¿Cuál es el suyo? ¿Cuál de estos roles le ha tocado, por ejemplo, representar?
Eva: ¿Te ha tocado representar algún papel, en tu trabajo como actor, que se asemeje mucho al de los personajes que has descrito en tu libro?
Mario: Me ha tocado interpretar a mucho villano y a mucho autoridad, una cuestión de voz, de tamaño, de rasgos… de perfil, básicamente. Y esto hace que te documentes y aprendas mucho. Mi primera novela, de hecho, es totalmente policiaca. Que arda esta casa con nosotros dentro es más thriller y abre más el abanico. También, he dado cursos como docente para preparar personajes policiales, pues no es lo mismo el policía que interpreto, por ejemplo, en La casa de papel que el que interpreto en Terminator o en El puente viejo. No es lo mismo que patrulles a que estés en despacho, no es lo mismo homicidio que narcotráfico. He hecho de poli, sí, pero ¿de qué poli?
De los personajes de mi novela no hay ninguno que concretamente a mí me haya tocado interpretar, pero al final, lo que trato es que mis personajes sean personas porque a mí lo que me importa es lo que le pasa a las personas. Mis personajes no son títeres supeditados a una historia mayor, sino que tienen su propia historia, sabemos de dónde vienen, cómo han ido mutando, cómo se ha ido configurando ese código de barras que lleva cada uno desde su infancia con sus traumas, sus relaciones familiares… Lógicamente, también yo tengo una idea y esos personajes me acaban contando una historia, pero no son muñequitos ni un cliché, todos tienen una profundidad y son buenos y malos en algún aspecto.
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(E): ¿Cómo se lleva haber salido en series de impacto mundial?
(M): ¿Sabes qué pasa? Cuando la serie impacta internacionalmente, tú ya has hecho la mitad de la serie, entonces no eres consciente de lo que puede llegar a ser. Muchas veces he hecho proyectos que prometían ser la bomba y luego se han quedado en nada y viceversa.
En La casa de papel sí había una sensación de que se estaba haciendo algo especial por lo que veías en rodaje, pero no sabes cuál va a ser el producto final, porque las películas y las series tienes tres fases tres: lo que se escribe, lo que se interpreta y lo que se rueda y se edita.
Creo que entre nosotros nadie pensaba que La casa de papel iba a ser un global show, pero cuando la serie ya tiene un impacto mundial y te quedan aún temporadas por rodar, lo disfrutas, sí, pero también sientes una responsabilidad para mantener el nivel.
También hay que saber qué sitio ocupas en cada proyecto. Cuando fui a rodar Terminator era la tercera producción de James Cameron de la saga, y había 120 millones de dólares puestos ahí, pero era muy consciente de que mi personaje iba a ser testimonial, que va a estar supeditado a una escena que se cuenta del protagonista. ¿Y esto cómo lo vivo yo? Con muchísima ilusión.
Yo comencé a ser actor con 30 años, por lo que Terminator la vi con 15 y, de repente, todas esas películas que veía en mi casa, con mis hermanas en el sofá, me encuentro trabajando en ellas veinte años después. Flipo, salto, celebro. Pero después llego al set y estoy desayunando con Schwarzenegger a poca distancia y me comporto como si hiciera eso todos los días, de forma profesional.
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(E): ¿Cómo defines tu propio estilo de escritura? A mí me parece que es muy mindfulness en el sentido de que es muy sensorial porque te ancla al presente: sonido, sabores, olores, tacto…
(M): Pues, mira, te voy a dar las gracias, Eva, porque has dicho que mi estilo es sensorial y es verdad... (risas). Sensorial en pos de querer contar las cosas que le ocurren a las personas, es decir, si te pongo el set, entra el tío y realiza la acción, pero no te cuento cómo se ha sentido, al final estoy poniendo cartón piedra y a un títere. Pero si te digo a qué huele, qué ve,..., te sitúo en el lugar, que es lo que hacemos los actores.
Nosotros trabajamos muchísimo la presencia. De hecho, hay escenas de amor en las que estoy declarándome a una persona (aunque me pasa muy poco, me pasa más que te saque una pistola -risas-) y sensorialmente conecto, pienso y empiezo a visualizar, oler y sentir en el paladar mi comida favorita para volcarlo en esa persona, para convertirla en mi comida favorita, de manera que lo que se muestra en cámara es que me gusta muchísimo esa mujer.
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(E): ¿Crees que los escritores sois bomberos de vuestro propio fuego?
(M): No puedo saber lo que les pasa a los otros escritores, pero para mí escribir es un proceso muy terapéutico. No digo que sea terapia, pero sí es muy terapéutico. Al poner las palabras en negro sobre blanco, cobran otra dimensión…
Una vez, hablando con Carlos Bardem, me dijo que cuando alguien escribía era porque quería entender algo. Yo me fui pensando que no estaba de acuerdo, pero me quedé en la superficie. Luego me puse a investigar sobre lo que yo mismo había escrito y me di cuenta de que dentro de mis historias contaba lo que les ocurre a las personas, entonces ahí sí que quiero entender algo. Sí que tiene que ver con mi propio fuego. He conocido a Bianca, a Carlos, a Álex… He conocido a ese tipo de personajes, incluso ellos tienen mucho de mí.
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(E): ¿Una buena razón para arder?
(M): Porque si no ardes, estás muriendo en vida. Para mí arder es sentir y hay que sentir, hay que estar presente, hay que dejarse transitar todas las emociones.
Si no ardes, a qué has venido.
«Si no ardes, para qué has venido».
Dejadme que me despida de esta entrevista tan placentera con el actor y escritor Mario de la Rosa diciendo que su última frase, la frase con la que cerramos el encuentro, se ha convertido en una máxima para mí. Cuando me propongo hacer algo, recuerdo las palabras de Mario y me pregunto si voy o no a arder. Si es que no, entonces, ¿para qué hacerlo? ¿Qué sentido tiene? Y este fuego que mueve al autor es el mismo que mueve a su obra, Que arda esta casa con nosotros dentro, una recomendación que ya os dejamos en la web hace tiempo y que seguimos reiterando.
> Si queréis saber más cositas, también entrevistamos a Mario de la Rosa en Culturamas.
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