«La niña tiene un soplo», se repite en mi cabeza.
Sé que suena a «la niña no tiene todos los patitos en línea» o «a la niña le faltan bastantes veranos», pero la frase se está refiriendo al corazón.
En concreto, a ESTE CORAZÓN.
Conociendo a mis padres, cuando esto ocurrió, lo más probable es que se mirasen entre ellos pensando: «Nos están diciendo que la niña está tonta». Luego descubrieron que sí, que lo estoy, pero que en realidad de lo que hablaban los médicos era de eso que tú y yo sabemos.
Se lo dijeron dentro de un hospital, claro, que es el centro de mando de esta gente y el resto fue una carrera de fondo para aprender a hablar ese nuevo idioma.
¿Cuántos padres y madres no habrá por el mundo intentando traducir los informes médicos que llegan a casa con la esperanza de que el mensaje sea esperanzador?
Hay un poco de todo, si te soy sincera. A veces el correo postal trae buenas noticias y, a veces, las trae malas. Pero eso sí, todas están escritas en un perfecto arameo antiguo.
Con mi novela, Cura mi corazón, he intentado dar unas nociones básicas de este lenguaje extraterrestre que se crea cuando alguna enfermedad te asalta.
Y la primera lección es no buscar ningún término en Google.
Bajo ningún concepto.
La segunda, para muy atrevidos, es inventarte la traducción. Por ejemplo: ritmo sinusal y complejo QRS (dos valores que aparecen en los electrocardiogramas con respecto al ritmo cardíaco) se pueden traducir como sendero de flores y bollito de crema.
He dicho que era para muy atrevidos.
De hecho, mi libro solo es apto para valientes.
Comencé a escribirlo AQUÍ y puedes leerlo AQUÍ.
Gracias.
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