José Saramago no necesita presentación. Él, Premio Nobel de Literatura, ha escrito novelas, relatos, poesías, memorias, crónicas, diarios, teatros, ensayos, libros sobre viajes y libros infanto-juveniles. El primer barco se podría inscribir en esta última etiqueta, aunque leyéndolo detenidamente queda claro que es un libro que no tiene edad.
El primer barco transcurre junto al mar, como ya nos advierten en la sinopsis, en un sitio que desafía a los habitantes para adentrarse en sus aguas y encontrar, así, la vida. Nuestros inicios por el planeta parece que fueron al contrario de lo que relata Saramago. La tierra nos desafió a salir del mar y adentrarnos en ella para encontrar la vida. Así que, aunque posiblemente no haya ningún paralelismo con esto que aquí expreso, me parece curioso.
A tener en cuenta que esta obra está vestida con las ilustraciones de Amanda Mijangos, una ilustradora mexicana con una imaginería bellísima. La traducción es a cargo de Pilar del Río.
Las frases son sencillas y la intención también. En la primera página ya sabemos que la historia, corta, muy corta, tratará de la invención del primer barco.
«Antes de construir el primer barco,
el hombre se sentó en la playa a mirar el mar»
Esta invención, la del primer barco, es fruto de la necesidad, pero también del hambre de aventuras. José Saramago respondía sobre todo a un estilo oral, propio de los cuentos populares, por lo que me lo imagino observando, quizás en un puerto o cerca de cualquier mar, el trasiego de personas yendo y viniendo, saliendo a faenar, observando las aguas, para escuchar la historia... La historia de este primer barco. Y, después, volcarla aquí con una voz cercana.
En las pocas páginas en las que se desarrolla la historia de El primer barco de José Saramago también se plasman las emociones más primarias como el miedo o, sentimientos más complejos, como la fascinación. Enredadas las palabras de Saramago con las ilustraciones de Mijangos, el mar embravece y se aquieta, provocando así diferentes estados en los pobladores que no dejan de observar las aguas.
Me gusta la textura espesita de las imágenes de Amanda Mijangos porque parecen que te van a pringar. Que si pasas el dedo por encima de ellas te llevarás los restos de cera en tus huellas dactilares como cuando te zambulles en el mar y sales completamente bañado de salitre.
¡Prueba a pasar el dedito!
Al final, el primer barco zarpa y nosotros con él. El final de este cuento se ha repetido desde entonces miles y miles de veces. ¿Quién no ha agitado la mano al ver un barco zarpar?
El primer barco de José Saramago es una historia breve, con el estilo propio del autor, las ilustraciones riquisísimas de Amanda Mijangos y la traducción de Pilar del Río que habla de los comienzos y, también, de las travesías que se inician tras ellos. Una bonita historia, ¡que además huele genial! (Ya lo decía del foto-libro de la cineasta española Pilar García Elegido, pero es que hay libros que desprenden un olor muy peculiar).
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