Tengo cierta debilidad hacia las portadas en blanco y negro de gente besándose. También hacia los libros cuya sinopsis comienzan nombrando a Annie Ernaux y terminan conjugando a las palabras «Venecia» y «belleza». Por último, siempre he sido un blanco fácil para la nostalgia.
La belleza debe morir de Mercedes Corbillón tiene la sensibilidad que le falta a todo ese amor líquido que a veces ahora se profesa. Conteniéndolo, además, todo: el flechazo, la madurez, lo profano, la pasión juvenil, el amor y el desamor. Recuerdo perfectamente la tarde en que comencé a leerlo. Casi me da el síndrome de Stendhal. Las primeras palabras dicen así: «Nos morimos una tarde de otoño, con aguacero. Tú te quitabas los zapatos y los dejabas sobre el radiador, y yo pensaba en París y en los poetas muertos y en los cementerios a los que nunca iría contigo». No podía más. Había caído embelesada. No sabía dónde mirar, en este caso, dónde leer, porque cada frase era un monumento, así que heme aquí rendida, esperando que ciertas bellezas nunca mueran.
Encontramos en esta novela capítulos cortos a modo de cartas de aparente desamor, aunque yo me decanto más por hablar de nostalgia. La protagonista, en primera persona, nos propone un caminar conjunto, por un lado, en donde seremos partícipes de las palabras que le dedica a un amor perdido y, por otro, en donde transitamos el presente junto a ella y su madre por las calles de Venecia. Una ciudad muy acorde con lo que propone el texto, pues la reina del Adriático ha vivido en sus canales algunas de las historias de amor más intensas y literarias.
La temática no varía. El conflicto, tampoco. Todo gira entorno al recuerdo del amor perdido. Es un paseo, en este sentido, tranquilo. Al menos para mí, la ansiedad que produce la anticipación de un reencuentro entre los personajes no estaba presente, así que era todo un disfrute literario, de las palabras, frases, metáforas, y malabares de Corbillón. El fin produce descanso y este nostálgico final de la protagonista de Mercedes nos invita a reposar en lo que ES. Tampoco ha sido La belleza debe morir un drama, un llanto desesperado. Más bien la recolección de la fruta madura de una mujer, como dice Vilas, de verdad, que flota sobre los muebles de una casa protagonista de una gran inundación.
Por último, La belleza debe morir es un libro a subrayar. Frase a frase. Párrafo a párrafo. Y en el que debemos llegar hasta el final.
La belleza debe morir de Mercedes Corbillón es una lectura de nostalgia, amor y desamor, que te lleva por las calles de Venecia y te atraviesa como góndola por los canales. Una carta para echar(te) de menos y de más, para poner el punto final a ciertas historias inacabadas.
👉 Puedes leer también la reseña de No me dejes, de Máximo Huerta.
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