No tenía ninguna referencia sobre Mary Gaitskill e hice algo que, normalmente, no recomiendo: dejarme llevar por las frases eslogan de los periódicos de moda extranjeros. The Sundays Times decía «La ficción de Gaitskill milita contra las respuestas fáciles». Y yo ahí, ¡venga! ¡De cabeza! Pero no ha estado mal.
(Como dato, otro libro que reseñé hace poco, El ángulo de la felicidad, también ha sido víctima de las frases de The Sundays Times).
En 1988, Gaitskill debutaba con un libro de nueve relatos que cosechó rápidamente las alabanzas de la crítica. Este era Mal comportamiento. A España ha llegado de la mano del sello Random House y, como dicen en El Periódico, lo hace en mitad de movimientos como el Me too. Esta referencia es importante porque el libro de Mary está lleno de relaciones tóxicas. Y de abusos de todo tipo. Y de pensamientos igualmente insanos. Pero lo mejor de todo es que yo comencé a leerlo sin esta expectativa, y sí con la de la frase de The Sundays Times: «milita contra las respuestas fáciles». Me retaba muchísimo esta idea, así que perdí de vista que estaba entrando en un libro perverso y humano, humano y perverso. Y comencé a sorprenderme a lo largo de las páginas.
(Otro libro de relatos excéntricos, de una manera distinta, que recomiendo es Mystic Topaz de la gran Pilar Pedraza).
Me hubiese gustado mucho traer esta reseña en pleno San Valentín porque hubiese roto muchísimo la estética de la fiesta. Entonces, escribí sobre el San Valentín de una cardiópata, pero hubiese sido igual de dulce hablar de amor retorcido y sucio, como el que expone Mal comportamiento. De hecho, de los nueves relatos que contiene el libro, el primero se titula «Tarjeta de San Valentín». Le sigue «Un fin de semana romántico». Luego «Algo agradable» (spoiler: no lo es). Continúa «Una relación en imágenes». Con cada relato nos vamos alejando de los títulos de amor más específicos, pero creo que todos hablan de lo mismo.
El primer relato, el de la tarjeta de San Valentín, ya te expone una situación rara. Aquí me quedé con la frase: «Si eres bueno conmigo, probablemente, te haré desgraciado». Habla de un triángulo amoroso. Aunque entrando en el laberinto de sus cabezas, el polígono se asemeja más a un apeirógono, porque sus sentimientos están en infinitos lados y ninguno parece muy bueno. Así es Mal comportamiento, en realidad. Sus personajes son inadaptados y no pertenecen a ningún lugar. El libro es explícito en este sentido, mostrando toda la crudeza, las drogas, el sexo, el deterioro en la perversión. Pero a la vez es muy mental y abstracto. Porque aunque haya descripciones realistas, sientes algo pegajoso que no se llega a leer del todo, y que toca y contamina.
(Estoy llevando yo ahora, como agente literario, una obra de realismo sucio muy así).
Me ha llamado la atención que hay tendencia a la perspectiva masculina, aunque la autora es una mujer. Explico esta parte. Los protagonistas en los que incide el narrador son hombres y a través de ellos vemos el mundo y a «sus» mujeres. La chica siempre parece ser la observada y tienen, como mínimo, un par de taras de manual. Están chifladas, son excéntricas, tienen una autoestima de mierda, se autoflagelan, buscan ser dominadas o quieren dominar y están a punto de romperse. Lo bueno es que ellos también. Ellos parecen haberse tragado todo el DSM entero (no es una droga, en principio, sino el manual de diagnóstico psiquiátrico).
Hay mucho de trauma en la novela, mucha referencia a las infancias rotas, no como justificación de la búsqueda perversa del placer y de la destrucción, sino como algo que simplemente está ahí. También hay una obsesión muy grande por el dolor. Por la búsqueda del dolor, el masoquismo. Hay que entrar con prudencia en los relatos de Mal comportamiento de Mary Gaitskill porque podemos terminar siendo adictos del erotismo de lo perverso.
Mientras leía me acordaba de Desayuno con diamantes. Esa Holly perdida y que pierde a quien se cruza con ella, ese mal (sobre)vivir y ese amor tan desastroso. En Mal comportamiento hay muchas Holly, sin duda. Y pocos finales. No parece que haya un fin para cada relato, la vida continúa, sin duda. No se arregla nada, no existe el desenlace, quizás porque el nudo está excesivamente apretado. Terminar cada historia te deja un pequeño vacío porque no has podido salvar a la princesa ni al príncipe, que esta vez también está en apuros el jodío.
Quiero resumir Mal comportamiento de Mary Gaitskill con una extracto que he sacado del propio libro y que dice así: «La miró a los ojos esperando una reacción. Reflejaban incomodidad y excitación y algo que él solo podía calificar como estupidez, como si acabara de caérsele una bandeja llena de vasos en público». Me he sentido de esta forma «mirando» este conjunto de relatos.
(No te vayas todavía que te hago otra recomendación: La tortuga que huía del jaguar de Marta Quintín).
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