No sé qué opinan ustedes, mis lectores, acerca de T. S. Eliot y de La tierra baldía, pero personalmente creo que me habría enfrentado a una lectura muy ardua si no fuera por la edición bilingüe que Cátedra ha preparado.
Eliot es uno de los escritores más influyentes del siglo XX, poeta de propuestas radicales, rompedor de esquemas, explorador del inconsciente y de los mitos más antiguos, y figura imprescindible en el modernismo angloamericano.
Su obra, sin embargo, no es tan accesible como la de otros grandes escritores. Al menos, desde mi punto de vista. La tierra baldía es un cruce de géneros y estilos que supone, en muchas ocasiones, un enigma por descifrar. La edición que os propongo, como ya he dicho, está editada por Cátedra y presenta una nueva traducción de Natalia Carbajosa, en colaboración con María Teresa Gibert y Viorica Patea, así como una amplio (más de la mitad del libro) introducción crítica y un Apéndice en donde se seleccionan algunos de los textos a los que Eliot hace referencia en el poema.
Dicho esto, pasemos a la obra en sí. Como toda composición literaria, para entenderla, es necesario conocer también a su autor. Eliot es un personaje muy leído, con estudios incluso de sánscrito y pali y con amplias inquietudes filosóficas. Aunque sus obras poéticas más destacadas son La tierra baldía, Miércoles de ceniza y Cuatro cuartetos, Eliot también compuso artículos y reseñas que fueron publicadas en suplementos como Times Literary Supplement o Dial. Cuando escribe La tierra baldía, con treinta y cuatro años, experimentaba una infelicidad creciente. El poema nacería, entonces, de este sentimiento interior.
Y es que el poema no es muy halagüeño. La sensación que deja tras su lectura es bastante plomiza, como un cielo gris en mitad de la nada y eso, unido a toda la simbología atávica que también encontramos en él, pellizca el cuerpo y la mente del lector. Me recuerda un poco a esa rareza que deja flotando en el aire otro escritor que también leí con una edición de Cátedra, Beckett y Los días felices.
La tierra baldía se publicó en la revista Criterion en octubre de 1922 y un mes más tarde en la revista neoyorkina The Dial. Como libro se publicó en diciembre del mismo año por la intervención de John Quinn, abogado, agente literario (¡como yo!) y amigo de Eliot y la editorial encargada fue Boni and Liveright. En 1923 salió la edición inglesa en la editorial The Hogarth Press de Leonard y Virginia Woolf.
Intentar dar una explicación o valoración completa a La tierra baldía de T. S. Eliot en este artículo sería una pretensión muy grande y os remito al cuerpo crítico que podéis encontrar en la edición de Cátedra, pero hay tres puntos que se pueden destacar: su naturaleza mítica, la exploración profunda del inconsciente como regreso a los orígenes, muerte y resurrección y la discontinuidad argumental.
La tierra baldía está llena de referencias mitológicas, de historias antiguas, de filosofías primitivas. Una de las más destacadas o reconocibles es la de la búsqueda del Grial, de ahí que diga que todo el poema tiene una gran naturaleza mítica. Eliot hace algo así como un paralelismo entre mitología y modernidad, dando explicaciones a la actualidad con conocimientos del pasado. Por otro lado, son perceptibles también las influencias jungianas sobre el inconsciente que, unidas a los textos que elige como referencias , nos hablan de un inconsciente que quiere sacar a la luz lo más soterrado de la psique. La muerte parece flotar a lo largo de todo el poema y no como fin último, sino como paso previo a una resurrección. Aquí el inconsciente parece señalar más hacia el origen que hacia el pozo de tinieblas por el que lo solemos tomar.
La parte de mayor interés para mí es la que hace referencia a la propia composición, pues interpretaciones filosóficas podríamos tener muchísimas y, además, siempre hay que tener en cuenta también la propia subjetividad del lector que encontrará en cada línea y palabra su interpretación personal. Para muestra, un botón: mi parte favorita, El entierro de los muertos, lo es porque efectivamente pienso que «abril es el más cruel de los meses, hace brotar». El mes de la primavera resucita anhelos de la tierra muerta (de todas esas personas dormidas). Si atendemos a las reglas del poema, la cosa se concreta mucho más. La estructura es la que es, y en este sentido, Eliot experimentó muchísimo. En primer lugar, no hay trama principal, no hay inicio, ni nudo, ni desenlace, sino que lo que se nos presenta en La tierra baldía es más bien un extracto de una historia secundaria in media res. Un retazo. Técnica cubista de collage lo llaman en el texto de Cátedra. Además que los versos se nos presentan fragmentados. Por otro lado, hay una tendencia al leitmotiv que quizás es lo que pone un poco la nota de continuidad en la historia. Y, por último, no siempre encontramos sentido en las palabras elegidas, por lo que la propia composición se vuelve también un tanto críptica.
Sin duda, La tierra baldía de T. S. Eliot, aunque requiere del lector una concentración mayor y también cierto contexto teórico para poder llegar hasta la raíz de su significado, es toda una experiencia sensorial que te pregunta, en vez de responderte, a tus inquietudes más profundas. Una obra para entenderla despacio y con alguna que otra aportación como la que hacen desde Ediciones Cátedra. Si tenemos todos los materiales adecuados, la construcción de esta lectura será muy agradable.
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