Mi pareja residió en Siena durante un largo periodo de tiempo. Ni confirmo ni desmiento que mi interés por Un mes en siena de Hisham Matar naciera de este hecho, para transitar aquellas calles que una vez acogieron a quien ahora me acoge a mí en su corazón. ¡Bonita serendipia, sea como fuere! Porque este es uno de los libros más interesantes que he leído este año (qué suerte la mía encontrarlo después de De bestias y aves), no solo por la forma tan robusta de escribir del autor, sino porque sí que nos hace un recorrido detallado por las calles de esta ciudad italiana tan llena de arte y vida, que van parejos en nuestro pequeño gran mundo.
Se podría decir que Un mes en siena tiene tendencia al ensayo. Son los pensamientos, como si nosotros fuéramos el diario, de un autor con una sensibilidad extrema. Hisman Matar, de padres libios, nació en Nueva York, creció en Trípoli y en El Cairo y pasó la mayor parte de su vida adulta en Inglaterra. Una mezcla que dota a cualquiera de una apertura de mente atrevida, curiosa y aventurera. Un mes en siena es un poco así, un texto que se atreve a poner en palabras ciertos pesares internos, existenciales, que son sanados sin duda por una curiosidad desmedida por la belleza de la vida. No sin aventurarse antes por calles, por ejemplo, empedradas, como las sienesas.
El hilo conductor de Un mes en Siena de Matar es el arte. En concreto, se podría decir que la escuela pictórica sienesa de los siglos XIII, XIV y XV. La premisa del autor es que una pintura cambia durante su contemplación. Cambia y nos cambia. También que el arte de mirar requiere tiempo. Así, el recorrido por esta obra es sencillo. Hisman Matar viaja a Siena, por razones que el lector puede descubrir en la lectura, y se dedica a visitar ciertos cuadros, que nos explica, nos narra, como si se tratara de una especie de terapia artística. Para él. Pero lo que es tuyo es mío, así funciona la literatura, ya lo sabes.
El primer cuadro del que nos habla es un fresco de Duccio, La curación del ciego. He aquí nuestra primera enseñanza, que guardo también para que la descubra el lector. Las reflexiones, adelanto, son brutales. He mirado cuadros como nunca antes lo había hecho, viéndome dentro de ellos, entendiendo un poco más el mundo. Dice Hisham Matar que el ambiente de un espacio queda marcado por lo que hacemos en él, que el verdadero placer no radica tanto en alcanzar al objetivo como en apuntarlo y que los seres humanos somos valientes y heroicos porque tenemos que hacer frente a la evidencia innegable de que la vida es perecedera. Todo subrayado. Tengo casi todo el libro subrayado.
¿Sabéis lo mejor? Que Salamandra ha tenido a bien de añadir las imágenes de los cuadros que componen nuestra terapia artística, así, cuando Matar señala la intención de cada uno de ellos, la intención del cuadro para con nosotros, podemos mirarlo fijamente, a los ojos (a los ojos del cuadro, que si eres perseverante los sabrás encontrar), y mantener esa meditación silenciosa entre lector-observador y obra leída-observada.
Por último, añadiré de nuevo que llegué a Un mes en Siena para dar un paseo por las calles de la ciudad y que en esto el autor tampoco me ha defraudado. Siena está descrita por la mirada de Hisham Matar con detalle, reconociéndose en el texto lugares emblemáticos de dicho enclave y otros que no lo son tanto, pero sí para quien se ha hallado en ellos, física y espiritualmente.
Un mes en Siena de Hisham Matar es una delicia que todo el mundo debería degustar, por el arte, por una de las ciudades italianas más bonitas o por la vida que emana del libro. Es un paseo por la pintura sienesa en donde se nos descubre la intención de los cuadros con delicadeza en medio de una huida con tesón. Pues recordemos que este viaje tiene un sentido para el autor que también se esconde dentro de la obra. Como una firma escondida en un cuadro a medio pintar.
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