Llevo tres días viendo sin parar la serie de Paquitas Salas dirigida y guionizada por Javier Calvo y Javier Ambrossi mientras me pregunto cómo se puede hablar de todo de una forma tan natural y, al mismo tiempo, entretenida. Es una sensación que me ocurre en pocas ocasiones y resulta que Christopher, el chico del metro de Jesús M. Marcos, también me lo ha suscitado casi en paralelo a mi querida Paquita. Hay historias en las que una línea argumental es solo una excusa para ramificar otras muchas. Prestar atención a un hilo en concreto es muy difícil porque el espectro es muy amplio y el viaje muy corto, como un trayecto en metro de Goya a Velázquez.
Christopher, el chico del metro de Jesús M. Marcos comienza con Edu, un adolescente en el otoño de 2017 que toma el metro una mañana en la que llega tarde al instituto (en donde sus padres son profesores, para su desgracia) y se encuentra en él con el amor de su vida. Muy loco y utópico todo. El lector flipa, pero Edu también. Desde este momento, cada capítulo, a lo largo de cuatro estaciones, será el diario del protagonista en su afán por volver a encontrarse con el chico del metro al que ha apodado como Christopher que, dicho sea de paso, no es su nombre real.
La motivación argumental está clara para mí como lectora: buscar el encuentro de Edu con este desconocido. Esa es la razón por la que sigo leyendo. También lo hago porque la forma de narrar de Jesús M. Marcos es abierta, desenfadada y muy divertida. Sobre todo lo último. Vale, sí, lo confieso. Leo esta novela por muchas razones. Me he reído muchísimo con ella. A carcajada limpia. Como si el confeti del libro (si pudiese convertir la palabra confeti en adjetivo lo haría para describir la sensación general de esta lectura) saliese de mi garganta, de forma sonora, provocando sonrisas y risas desternillantes. Pero es que a Edu le ocurre de todo y él es muy consciente de ello. Creo que es un buen tío que no sabe que está en la mejor época de su vida y que por ello se apaña como puede.
Edu se enamora y tiene una relación sentimental. No puedo deciros, no insistáis, si es con Christopher o no, pero hay historia de amor. No les ha hablado a sus padres sobre su orientación sexual, pero ni falta que hace. De hecho, no hace falta ni si quiera que yo lo esté señalando en esta reseña. Hay debate sobre la literatura LGTBI+ que, por ejemplo, Carlos Asensio intenta analizar en ¿Podemos hablar de una literatura específicamente LGTBI+?, pero Christopher, el chico del metro de Jesús M. Marcos si tienen rasgos LGTBI+, no es como etiqueta, sino como algo inherente, algo natural, algo que cada vez asoma más la cabeza en literatura porque los sentires y vivires de las personas son muy amplios y se empiezan a reflejar en nuestro mundo. Esta obra también cabe destacar que es muy reivindicativa señalando comportamientos, actitudes o comentarios que podemos llegar a soltar en nuestro día a día sin darnos cuenta. Todo desde el humor y el «buenrollismo», pero quedándolo clarito.
¿Y bien? ¿Qué pasa con el chico del metro? Christopher, el chico del metro de Jesús M. Marcos, como ya he adelantado al inicio, habla de varias historias. El desconocido del transporte subterráneo es el detonante, pero hay historias de amor, historias familiares, historias de amistad e historias también de otros desconocidos que hacen un gran aporte a su vida. De hecho, me es difícil explicar la más importante y, sin embargo, menos desarrollada argumentalmente, en la que una «drag» es completa protagonista. Si le pides la novela a Jesús, este te la manda con una pluma roja. No entendí el por qué hasta que leí el libro... Y es una de las partes que más me han impresionado. Es el gran giro de la historia.
Por último, añadir que junto a la animada forma de narrar de Jesús hay mensajes de texto, emoticonos y muchos hashtags que alegran la novela y la hacen muy ligerita para potenciales lectores adolescentes. El personaje está también en su despertar sexual y es un tema muy cercano para el público joven.
Christopher, el chico del metro de Jesús M. Marcos se merece muchos lectores porque habla de todo de forma muy natural como mi Paquita Salas (es mía y ya está). Es una obra atractiva para el público joven y adulto y tiene un personaje que te cae bien desde la primera página (y si no te devuelvo los dineros, de verdad). Podría funcionar muy bien en el mercado editorial tradicional o en el moderno, da igual, pero espero que, sea como fuere, se convierta en el crush de muchas personas este verano (y el resto de estaciones).
1 Comentarios
Muy interesante y novedoso, vere de leerlo en breve. Gracias por compartirlo, saludosbuhos!!!
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