No sé si alguna vez os habéis preguntado qué siente un agente literario cuando es a él a quien rechazan la obra de un autor. Un agente literario es el puente entre un autor y una editorial, de manera que será esta figura quien se encargue de presentar la propuesta editorial y manuscrito a las editoriales pertinentes para convencerlas de que lean el texto y, con suerte, de que le den una oportunidad dentro de su catálogo.
El agente te puede acompañar en muchas otras funciones, pero como suelo decir a menudo, esto depende de lo que pactes con él o de los recursos o funciones que el agente tenga, pues, tampoco es menester exigirle al agente que supla todas las carencias dentro de un proceso editorial, carencias que muchas veces deben ser suplidas por la editorial que publicará el libro (me estoy refiriendo a cosas como el marketing o la prensa).
Pero no he venido a hablaros de esto aquí. Ojalá que el único rompecabezas fuera quién manda una nota de prensa o llama a esa librería para conseguir una presentación, pues, realmente, la primera preocupación es ¿quién editará mi libro? Y también para un agente.
Como agente, debemos seleccionar bien las editoriales que van a recibir el manuscrito y saber, al menos, si entraría dentro de sus intereses y catálogo. También tiene mucho que ver con la línea editorial que busque una editorial en esos momentos y el poder del propio manuscrito para poder defenderlo, porque nos debe, primeramente, haber entusiasmado. En este respecto, ¿hasta dónde implicarte?
Personalmente, hasta la cocina.
Cuando una obra me gusta mucho, la frase que más me repetía mi madre cuando era pequeña, vuelve a mi mente: Te pasas el día con la cabeza en las nubes. Sí. Automáticamente, cuando una historia me ha apasionado, comienzo a soñar, a seleccionar a mis editoriales de confianza y me pongo manos a la obra, con el consentimiento del autor, para enviar las propuestas. Tienes esa intuición de que hay posibilidades y te lanzas a ello. Se lo presentas a los editores y editoras, a veces, hasta de una forma pueril, inocente, como solo un creyente podría hacerlo y, entonces, recibes un interés por parte del destinatario: van a leer la obra y, no solo eso, te preguntan si está comprometida con alguna otra editorial porque a priori les podría encajar bastante. Das saltos por el salón, lo compartes con tus seres queridos y, por supuesto, llamadas, mandas un audio o un mensaje, al autor o a la autora. Él o ella se ilusionan contigo y pasáis unos momentos maravillosos.
En este punto, como agente literaria, siempre he tenido dudas. No sé si lo ideal es compartir todo el proceso, paso por paso, con los escritores o, por el contrario, protegerles de él, porque siempre hay más rechazos que propuestas y, de alguna forma, podríamos ahorrarles muchos disgustos si, ante el aparente interés de un editor/a, nos callamos y esperamos a ver qué pasa antes de compartir esa información.
Yo lo comparto todo porque si nos damos la hostia, la primera que se la lleva soy yo, así que va a ser un sufrimiento compartido.
Pero ¿qué pasa cuando los encantos de un manuscrito no surten efecto en el corazón y la mente de un editor o de una editora? Que me comunican su decisión y, como agente, volvemos a ese papel de mediadora, una mediadora dolida, que tiene que transmitir la información con tacto y seguridad, sin dejar entrever la tristeza que se siente como propia. Quizás se pueda ver esta figura, la del agente literario, como un mero corresponsal, algo así como un profesional intermedio, que está a lo suyo y que simplemente hace su trabajo, pero el problema del agente es que, de alguna manera, se fusiona con la obra de su autor y ya no diferencia qué es de uno y qué es de otro. No se me asusten, que no me refiero a la autoría del texto, sino al corazón de la obra. No son pocas las ocasiones en las que recuerdo también el típico cliché del médico que deja a un lado sus sentimientos para poder desarrollar de un modo más certero su trabajo y me veo un absoluto desastre al respecto. Si hay algo que a mí me desbordan, son siempre los sentimientos.
Así que, cuando a un agente literario, al menos a esta representante, le rechazan un manuscrito, y a veces dos y tres en el mismo día, y a veces todos en el mismo mes, lo sufre tanto como el propio autor o la propia autora. También le asalta cierto síndrome del impostor. Se pregunta qué ven ellos, los editores o editoras, que no ve ella (hablo de mí). Que ella solo ve todo lo bueno del libro que defiende. Y pasa el día sumida en cierto decaimiento, hasta que se recompone y puede dar la noticia, de una forma que el autor o la autora no se percate de cuánto le duele como agente también. Aunque si la conocen un poquito... Lo descubrirán.
Sin embargo, pasa algo con la fusión agente-autor, y es que pronto se descubre lo evidente. Lo afortunados que son ambos de compartir esos momentos de ilusión y de ir aprendiendo de cada rechazo editorial, porque dos mentes piensan más que una y se puede atisbar qué ha pasado. También asoma el agradecimiento, al menos por mi parte, porque grupos y editores tan importantes acepten valorar algo que se les presenta con humildad e ilusión. Y ahora vuelvo a personalizar en mí. Llevo muchos años trabajando duro y con cariño, pero no soy ni la más famosa ni la más importante del sector, no tengo el peso de otras agencias ni los éxitos de otros profesionales y, sin embargo, ahí están al otro lado, editoriales admiradas de nuestro país, tendiéndome la mano y abriéndome un huequito para que mis escritores puedan ser leídos también en este vasto océano de incesante búsqueda editorial. Así, poco a poco, se va creando cierta red de seguridad entorno a nosotros, agentes y representados, que nos asiste en las caídas de los rechazos y nos conmueve para seguir intentándolo. Porque de esto se trata: de persistir, de confiar, de tener fe en la industria y de rodearnos de buenas personas que creen en el poder de la literatura tanto como nosotros. A la par que tenemos una buena historia y que encontramos un mágico momento para llegar a ese lugar que tiene tu nombre, querido escrito o escritora.
Y sí, hoy he sufrido dos rechazos editoriales para mis escritores, por eso escribo esto. Pero justo cuando he llegado al final, me he sentido mejor, porque seguimos intentándolo y porque al otro lado, nos siguen esperando.
Podéis leer más cositas de estas (no tan lloronas) aquí: Diario de una agente literaria.
7 Comentarios
El tema es complicado porque, para muchos autores, la figura del agente literario no es el intermediario, sino una rara avis que sale mencionada en alguna parte en contadas ocasiones. De hecho, la mayoría de la gente que conozco han publicado por libre o con editoriales sin recurrir a un agente.
ResponderEliminarCreo que he contactado una o dos veces con un agente literario y creo recordar que sólo recibí silencio o lista de espera indefinida.
Me alegro de que estés tan implicada en tu trabajo y realmente pongas toda la carne en el asador. Para un autor, lo sé por experiencia, tanto o más frustrante como que tu obra no tenga éxito es trabajar con gente que realmente no cree en ella, no la respeta ni se esfuerza porque tenga éxito. Saber que hay personas que no son así, que lo dan todo porque creen en el proyecto del autor, es muy gratificante.
¡Hola, Javier! Pues muchísimas gracias por tomarte tu tiempo y dejarme este comentario. También te lo agradezco de corazón.
EliminarEs difícil y complicado, muchísimo más de lo que imagina la gente, y ya no te digo cuando te sueltan lo de: los agentes literarios son como los críticos, escritores frustrados 🤬 no he sido agente literaria como tal pero sí que estuve de becaria con una importante agente de mi ciudad, se trabaja mucho y muchas veces simplemente eres el punching ball de los demás.
ResponderEliminarMuy buena reflexión. Gracias por compartir 💋💋💋
De nada. Muchas gracias también por compartir tu experiencia en el mundillo.
EliminarGracias, corazón, tus aportaciones son siempre súper interesantes.
EliminarYo prefiero que me lo cuentes todo, batacazos incluidos. Estuve años haciendo el proceso yo solo y recibiendo el sopapo igual de solo, así que ahora sé que al menos el sopapo es repartido y duele algo menos, porque sé que, como a mí mismo me sucede, un par de días después la ilusión volverá a ti.
ResponderEliminarCompartiremos éxitos y fracasos, siempre. Gracias por la confianza, Jorge.
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