Esta obra, La Náufraga y los trece apóstoles de Nandi Posada, puede parecer un libro de fantasía por la portada, la sinopsis y el propio título, sin embargo, creo que procede más de la vida que de la imaginación, aunque esta última es hija de la primera, así que me está quedando una chorrada de introducción. Lo que quiero decir es que la novela de Posada es inesperada. Encuentras algo en ella que no es lo que estás buscando, aunque quizás sí es lo que necesitas encontrar.
En primer lugar, la novela de Nandi Posadas tiene un planteamiento peculiar. En la primera página conocemos al capitán de una nave, que no barco, con la mirada fija en el horizonte, como todos los capitanes deben tener, esperando al primer pasajero de la misma. Ya parece que, en las primeras frases escritas por la autora, se advierte que vamos a prescindir de todo eso de inicio, nudo y desenlace y que el viaje será diferente. El primer pasajero es un hombre de números que quiere adentrarse en la mar por un mal cálculo. Así conocemos al primer apóstol, pues, al parecer, cada año se repite el viaje de la Náufraga y, cada año también, diferentes personas buscan su destino en ella.
La estructura, más o menos, es ordenada. Cada capítulo se inicia con la presentación del pasajero que acaba de adentrarse en la nave y, con unas breves pinceladas, nos hacemos un dibujo de lo que podremos esperar de él. Después, algunos flashbacks del pasado para llegar a la hora de la cena. La hora de la cena en La Náufraga y los trece apóstoles es muy importante porque tras ella, Farah, el cocinero que fue príncipe, cuenta una historia. Pensé que estas historias, con moraleja, marcarían siempre un tramo en cada capítulo, pero en verdad el cuento completo solo aparece en algunos de ellos. A mí, sin embargo, me hubiese gustado escuchar todas las historias de Farah, una por cada pasajero que llega.
La fuerza del libro no reside en el argumento en sí, sino en el alma de los pasajeros porque, verdaderamente, hay historias que me hacen pensar si como creadores somos capaces de no solo describir un personaje y dotarle de cierta rutina, sino también de, accidentalmente, hacerle dueño de un espíritu que va más allá de los trazos del papel. Da miedo pensarlo, pero quizás estemos creando no solo literatura, sino también vida, de alguna manera. Los apóstoles de Posada, desde luego, laten. Se escucha el sonido de sus corazones junto al rugido del mar. Cada uno de ellos arrastra una pena, un dolor, una herida. El hombre de números que se equivocó en una cuenta y carga desde entonces con el peso de la muerte, la mujer que perdió a un hijo en la guerra, el pintor que medita sobre un desolador cuadro en blanco, la niña a la que una vez dijeron que estaba rota... La psicología de estos personajes es un poema a medio hacer. La autora ha profundizado mucho en ellos, pero el lector siente que estos también tienen mucho que decir, de manera independiente a la autora.
La atmósfera de la obra, con el mar siempre de fondo, a veces pegajoso, otros agradable, es bastante melancólica. Incluso en los días que sobre la Náufraga sale el sol, el sentimiento general es de pena. Son sus almas errantes, que se sostienen con dificultad. La novela entera es como un duelo y reflexiona, como no puede ser de otra forma, acerca de la existencia, dejando frases para subrayar en cada página que pasamos. También, como un duelo siempre implica cierta ausencia, hay pasajeros que no se presentan. Una original manera de Nandi de representar ese Ser que ya no está, aunque podría encontrarse en otra parte.
Por último, la narrativa de la autora es fabulosa. En clave poética avanza por el ancho mar para ir desenredando los pesares de los pasajeros y ofrecer a su vez una obra de gran calidad narrativa, sencilla, sin pretensiones, pero muy emocional.
La Náufraga y los trece apóstoles de Nandi Posada ha sido toda una sorpresa de historia. Una novela muy poética y sentimental que habla de seres humanos que deben reconstruirse y, para ello, les toca nadar, remar, hundirse, y naufragar. Todo ello en una nave, que no un barco, razón que solo el lector conocerá.
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