Alfredo García y yo nos estábamos buscando y, al final, nos encontramos. Tanto es así que él buscaba una corazonada mientras navegaba por Google y apareció mi nombre en su pantalla. Así, juntos, fuimos dando forma a Mi vida con los muertos. El autor vuelca en este librito de relatos toda su experiencia como muertero en México con un tono narrativo que le da cierto aire de ficción, por lo que el lector puede leerlo como si fuera también un cuento. Me gustaría, además, señalar, que la corrección, la preciosa maquetación y la portada, están realizadas por mi compañero Javier Arroyo.
La primera vez que leí Mi vida con los muertos, cuando el manuscrito aún estaba en pañales, sentí que el autor tenía buena mano para los relatos de terror. Por momentos, olvidaba que el libro era en parte biográfico y lo sentía como una buena literatura de fantasmas. De hecho, le pregunté si era aficionado a Poe (en la web podéis leer la reseña de El gato negro y otros cuentos de horror de Edgar Allan Poe).
Cada relato tiene su inicio, nudo y desenlace, siempre desde un protagonista subjetivo, que se encarga de narrar lo que va aconteciendo. Y lo que va aconteciendo es totalmente diferente a lo que estamos acostumbrados a esperar de la literatura de terror. Puedo decir, de hecho, que no había leído historias como las que se encuentran en el libro de Alfredo García, quizás porque estas tienen una gran dosis de verdad.
La inmersión en Mi vida con los muertos es directa, es decir, desde el primer relato asistimos ya a un funeral en donde el muerto en cuestión están inquieto dentro de su ataúd. Sin muchas explicaciones, leemos acerca de los primeros rituales y técnicas y conocemos al personaje más carismático de todos: el curandero Felipe. Y este dato es importante, porque el curandero Felipe nos va a servir como hilo conductor de los relatos, todos diferentes entre sí. Las historias difieren en tiempo y lugar, pero el curandero Felipe continúa apareciendo en algunas de ellas dando continuidad al libro. Esto me gustó mucho. No sé si fue a propósito o no, pero Alfredo García tiene una gran intuición a la hora de exponer el texto.
Otra característica positiva de la obra es que su atmósfera y sus historias te van atrapando poco a poco. Cuando te quieres dar cuenta, estás dentro y estás viendo a los fantasmas que también ve el protagonista. A su vez, estás siendo partícipe de los asuntos que quedaron pendientes, porque los fantasmas que aparecen en Mi vida con los muertos, ficción o no, son muy humanos.
Los escenarios están construidos de manera que nos mantienen en tensión de una forma muy natural. Lo que va ocurriendo es tan real como la profesión de Alfredo García, pero a su vez, el autor lo transforma en cuento con gran habilidad. Esto último hace que el lector acabe en cierta forma embriagado, cautivo de una atmósfera opiácea. Para explicarlo, diré que Mi vida con los muertos es como estar en mitad de un páramo lleno de niebla, en donde algo que no ves te acaba rozando el cuerpo. Es bello, pero a la vez da pavor, y no sabes si es real o son imaginaciones tuyas.
Estoy deseando que Alfredo siga escribiendo y poderle conocer en otros géneros. Aunque, le pido desde aquí, que no deje de experimentar con el terror, la novela gótica y los cuentos de fantasmas, en donde tiene mucho que aportar y para lo que posee una gran intuición.
2 Comentarios
Me gustan los hechos reales, pero en este caso me da yuyu. Besos.
ResponderEliminarMe gusta mucho el género de terror así que anotado queda.
ResponderEliminarBesotes
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