Mis queridos seguidores, ¿hace calor o es cosa mía? Esta pregunta está dedicada sobre todo al hemisferio norte y en concreto, a los españoles que como yo, están sufriendo este verano con prisas. Entre vaso de agua y vaso de agua para apaciguar las altas temperaturas, os voy a hablar de Manual de Pérdidas, una obra de Javier Sánchez que he calificado muy positivamente (podéis ver mi valoración en Goodreads aquí). Vamos allá con el abanico en la mano (qué 'exagerá' me pongo).



¿Por qué decidí leer Manual de Pérdidas? Por la portada no, desde luego. Lo siento, pero tengo que ser honesta. Cuando vi el libro me horrorizó la parte delantera del mismo. Y creo que a muchas personas les puede ocurrir exactamente igual. Es por ello que lo expreso nada más empezar para animaros a continuar leyendo, a pesar de todo. Sé que hoy en día estamos acostumbrados a portadas impactantes, y muchos nos dejamos llevar por la parte más visual de un libro, pero en ocasiones, un diseño más sobrio puede esconder grandes sorpresas. Sí, yo leí la sinopsis y posicioné este libro entre los primeros en mi interminable lista de lecturas pendientes. Así que, os digo con conocimiento que merece la pena.

¿Cómo es la lectura de Manual de Pérdidas? Una lectura obligatoria. De hecho, mientras lo leía, pensé que podía ser perfectamente un libro recomendado para jóvenes estudiantes dentro de la asignatura de Lengua y Literatura. Por un lado, la calidad narrativa es muy alta, por otro, sensibiliza acerca de una enfermedad que está a la orden del día en el siglo XXI, y por último, remueve muchas emociones en el lector, instándole, entre líneas, a disfrutar del tiempo presente, a ser generoso y a decir las cosas a tiempo, entre otros.

Javier Sánchez tiene un estilo narrativo muy curtido, haciendo un buen uso de las metáforas, las descripciones y el tono emocional de la novela. Especial mención ha de hacerse al exquisito vocabulario que maneja el autor, con una elegante terminología que nos recuerda a los escritores de antes, más preocupados por el cómo se dicen las cosas, y no tanto por el qué se dice de las cosas. 

Con esto anterior no quiero asustaros, pues Javier también dice muchas cosas. Entre ellas, Javier nos habla del ladrón Alzheimer, de los libros antiguos, de un camino de vuelta y de la imparable vejez. Como psicóloga, he quedado sorprendida al ver tan bien expuesta las fases de esta enfermedad neurodegenerativa dentro de una obra de ficción. De una manera sencilla, e hilando a la perfección la trama, el autor va relatando los cambios y el desgaste que produce esta lacra tanto en el enfermo como en el cuidador. El enfermo de Alzheimer es nuestro protagonista principal, un coleccionista de libros antiguos. En un precioso gesto de despedida, decide devolver aquellos libros que le fueron regalados a las personas que lo hicieron, y así desprenderse de ellos a la vez que los recuerdos se desprenden de él. Con este escenario, podéis imaginar cómo se nos encoje el corazón, asustado y emocionado a la vez.

El libro también nos habla de la vejez, con respeto y cariño. Nos habla de las cosas que no hicimos, de las palabras que nos callamos y de las personas que un día conocimos. En una colosal metáfora, el autor nos departe al mismo tiempo sobre un pueblo que tuvo que ser deshabitado por una invasión de hormigas y de un cuerpo que también, de alguna manera, está siendo despoblado por la  enfermedad. Javier, en todo momento, hace comparaciones poéticas que el lector, de ser aprovechadas, va a disfrutar mucho. Con este pueblo desolado, la antigua Avellaneda, atisbámos el primer guiño. También el ambiente árido de nuestra Extremadura, entre los dedos del escritor, es el segundo toque de trompeta para un lector que tendrá que mascar el barro, las ruinas, la tierra, y las arrugas en forma de metáforas. 

Y hablemos de los libros, y el amor que esta novela les declara. Ellos son los héroes de la novela, pues ayudan a que el viejo protagonista emprenda un viaje de retorno a través de historias y personas. También la hija y cuidadora principal del personaje, es un ejemplo de amor, resistencia y paciencia hacia un ser que se va apagando. Y por supuesto, la memoria, aunque en esta novela no salga ganando, reclama su importancia a partes iguales. Pues la memoria nos golpea con fuerza, dejando entrever en las páginas atrocidades, desamores, dudas y nostalgia que se clavan en el lector como un puñal, dejando un sabor amargo al finalizar la lectura.

Y es que al final todo es amargo, pero también bonito. Es como si al mirar un desierto sin vida atisbásemos cierta paz entre la tierra apelmazada. Con ello cierras Manual de Pérdidas, un libro, que si te atreves a leerlo, dará aún más valor al resto de tu estantería, al resto de tus tesoros. Al fin y al cabo, un día todos nos convertiremos en polvo, y quizá sea el mismo polvo que ahora recubre nuestros libros.

¿Volvería a leer algo de Javier Sánchez? Sí. Aprovecho esta última parte de la reseña para contaros que es el segundo escritor extremeño que tengo el placer de leer. Yo soy de Extremadura y es un placer contribuir a la literatura dentro de este territorio. Así pues, seguiré la pista del autor.

¿Y vosotros, queridos lectores? ¿Alguna vez os habéis encontrado con un argumento como éste? ¿Soléis regalar libros dedicados? ¿Os llama la atención Manual de Pérdidas?