No se me ocurre una mejor manera de explicar el concepto de tiempo que con la imagen de una mujer desnuda en una playa. Y así es como comienza el primer relato de La playa el tiempo de Ernesto Calabuig, editado por Tres hermanas. Nunca nadie antes había encerrado tanto significado en la descripción de un bikini precipitándose por las piernas de una mujer madura hasta aterrizar en la arena. Con frases tan simples, pero certeras, entendí todo, si es que eso es posible, en el libro de relatos de Ernesto Calabuig.
La playa y el tiempo de Ernesto Calabuig está construido sobre metáforas muy visuales. El autor es capaz de explicarnos conceptos complejos de la vida con imágenes simples: «Cayó, pues, sobre el mantel, buena parte del vino de la copa, como se vienen abajo tantas seguridades de nuestra vida». Puedo decir que su escritura es pluscuamperfecta, no solo porque sea una de las palabras más bellas del castellano, a mi parecer, como los relatos de Calabuig, sino porque sitúa la acción en un momento anterior a otro y este es el gran objetivo del libro.
¡La noche es una buena caja de resonancia!
Ciertamente, se halla en estos relatos cierta obsesión con el tiempo. Mientras los leía, me preguntaba si era sano embriagarse de tanta melancolía. Con el tiempo, precisamente, me he dado cuenta de que la mayoría de escritores que cultivaban el pesimismo eran, en verdad, grandes amantes de la vida. La playa y el tiempo te puede confundir con su anhelo, con su tono reflexivo, con su narrativa de pérdidas e, incluso, con el agotamiento del pasar de los años, pero, en verdad, está repleto de vida, pasada, presente, futura, qué más da, sobre todo, de vida.
La playa y el tiempo no habla de personas viejas, un recurso recurrente cuando uno se cita con Cronos, sino de personas conscientes del paso de los años. Empareja a los relatos con personajes que rondan los 50, una edad en la que no se es mayor ni tampoco joven, al menos, bíblicamente hablando. A los 50 no se es mortal, aunque los personajes de La playa y el tiempo piensan que ya sí lo son, ni tampoco inmortal, aunque el lector intuya que los personajes, en verdad, nunca lo fueron. Calabuig ha elegido una edad que levita, pero que no está ni en cielo ni en tierra. Un buen periodo temporal para ubicar una historia.
También hay cierta obsesión con la escritura y, es normal, porque el tiempo nos escribe a nosotros como Ernesto escribe sobre el tiempo. Los personajes, además de estar en esa edad que levita, suelen relacionarse de algún modo con la escritura, la lectura, la traducción... a grandes rasgos. La edad y la relación de los personajes con la literatura parece un denominador común que da continuidad a los relatos.
Los ambientes, lugares, recuerdos, la infancia, los veranos y los inviernos, parecen elementos escogidos con cuidado como amigos inseparables del tiempo. Los relatos tienen mucha fuerza porque Calabuig ha elegido lugares que tienen diálogos propios, como una playa. También es curioso que la mayoría de relatos ocurran en verano, el punto álgido de las estaciones o en invierno, el fin de los fines. Es como una lucha entre la juventud y la vejez protagonizada por el clima estival. Pero si con algo ha sido ágil Calabuig es con la capacidad de evocar sensaciones de la infancia: «Como la niña que en su día compraba en los veraneos tiras de flashes congelados de fresa». La playa y el tiempo dice mucho del ADN emocional humano.
Ernesto Calabuig es licenciado en Filosofía (me gustó mucho la entrevista El tiempo canalla de Ernesto Calabuig) y con un poco de interés, es fácil convertirse en el Hansel y Gretel de sus migas de pan con mensaje. He extraído muchas reflexiones de las páginas de este libro. Yo no tengo la edad que levita, tengo unos cuantos puñados de años menos, pero La playa y el tiempo me ha hecho querer agarrarme fuerte a este lado de la vida porque he comprendido que en el extremo norte seré solo un recuerdo, una ficción y, como ha de ser así, deseo ser una ficción extraordinaria como la que me ha ofrecido el texto de Ernesto Calabuig.
Tampoco quiero irme de aquí sin hablar de los malabares narrativos de «Afueras de la ciudad» y «La enseñanza de canela», los títulos de dos de los relatos. Aunque mi preferido es el que abre, «La playa y el tiempo», y da título al libro, en estos dos que cito he podido comprobar realmente la pericia del autor con las letras. En el primero, se narra la lucha de un escritor por no caer en la tentación de escribir sobre cualquier cosa, incluso sobre el dibujo de su hijo adolescente. Y en el segundo, describe el fin de la vida con una mirada tan minimalista que incluso me parece imposible.
La playa y el tiempo de Ernesto Calabuig habla del tiempo, como ya he dicho varias veces y, como el tiempo es un momento común, ha tenido mi corazón golpeando fuerte contra la página durante toda la lectura porque me reconocía y me desconocía en ella y, creo que este vaivén de sensaciones, es el mejor resumen que podría hacer de la obra de Calabuig.
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